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De Berlín (COP1) a Glasgow (COP26), seguimos esperando

De Berlín (COP1) a Glasgow (COP26), seguimos esperando

Las COP eran reuniones más técnicas, con menos asistentes y sin la parafernalia ferial que desde hace unos años acompaña a este foro, convertido en el escaparate supremo de cuantas iniciativas proclima se impulsan en el mundo.

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Alok Sharma
El presidente de la COP26, Alok Sharma. Efe/Robert Perry

Madrid.- Las COP ya no son lo que eran, lo cual no es ni bueno ni malo. Son diferentes. De hecho en los últimos años parecen grandes ferias climáticas.

Lejos queda la primera Conferencia de las Partes de la Convención Marco de la ONU sobre Cambio Climático de Berlín en 1995 (COP1) y que supuso el inicio de las negociaciones climáticas, tras la aprobación de la Convención en 1992 y su entrada en vigor dos años después y ya vamos por la vigésimo sexta, la actual COP26 de Glasgow. La importancia de las cumbres climáticas ha ido aumentando a medida que se incrementaba la gravedad del problema a combatir.

Sin embargo, algunas cosas apenas han cambiado, como la lentitud en la adopción de medidas pues la COP1 acabó con el “Mandato de Berlín”, que estableció la voluntad de reducir los gases de efecto invernadero, pero sin compromisos ni plazos. 

Ahora hay compromisos y plazos para la descarbonización de la economía. También los hubo a menor escala con el Protocolo de Kioto, antecesor del histórico Acuerdo de París de 2015, pero ¿serán suficientes?.

Entonces los medios -algunos más que otros-, nos afanábamos en explicar qué era el efecto invernadero, el Panel Intergubernamental de Expertos de la ONU sobre cambio climático (IPCC) era desconocido y las industrias contaminantes alentaban el negacionismo de un fenómeno acelerado por la acción humana y sobre el que ya no existen dudas.

Hoy existe una cultura climática, el IPCC fue reconocido con el Nobel y las industrias contaminantes son o parecen, “más verdes que los de Greenpeace”, afirmación escuchada más de una vez en la redacción.

Entonces las COP eran reuniones más técnicas, con menos asistentes y sin la parafernalia ferial que desde hace unos años acompaña a este foro, convertido en el escaparate supremo de cuantas iniciativas proclima se impulsan en el mundo.

Si nos centramos en la presente océanos o finanzas climáticas... han sido ya algunas de las cuestiones temáticas a los que la COP26 ha dedicado alguno de sus días. Y este jueves, cuarto día, la Cumbre se centra en la energía.

En paralelo ha crecido la presencia política con numerosas declaraciones de intenciones que la mayoría de las veces se quedan en eso, como lamentan las ONG conservacionistas, aunque no hacer nada sería peor.

Por eso no conviene olvidar que el “plato principal” de las COP es la negociación, que de momento -según las entidades de la sociedad civil no esta avanzando mucho- y el “aliño” la extensa agenda de foros, mesas redondas, presentaciones de todo tipo de informes e iniciativas, que junto con las protestas de los colectivos ambientalistas confluyen en una agenda de la denominada “Zona verde”, en la que quienes se enfrentan a una COP por primera vez pueden sentirse desbordados.

Glasgow no es una excepción y en la primera de sus dos semanas se esta cumpliendo la liturgia de las cumbres. Hemos tenido grandes declaraciones políticas de Jefes de Estado y de Gobierno en la apertura. Bla, bla, bla no respaldado por hechos, según Greta Tunberg. Es mucho, si se tiene en cuenta de dónde venimos, pero aún queda una larga semana y todavía es pronto para ver si la COP26 resultará significativa.

Entretanto, con menos boato, los negociadores continúan sus negociaciones para “hilar fino” los detalles de los documentos que se vienen trabajando desde la COP anterior y que por el momento no muestran avances significativos. Además la situación se ha visto agravada por la pandemia, con restricciones en el número de observadores presenciales de la sociedad civil, lo que le ya le ha supuesto a Glasgow el calificativo de la COP innacesible.

Entre los logros, el hecho de que un centenar de países que representan el 70 por ciento de las emisiones de metano se hayan sumado a una alianza para reducir las emisiones de este potente gas de efecto invernadero en un 30 por ciento, aunque sin gigantes como India, Rusia o China.

Los más pesimistas dirán aquello de “largo me lo fiais” pues el protocolo de Kioto ya contemplaba la reducción de 6 gases de efecto invernadero: el abundante dióxido de carbono (CO2), metano (CH4), óxido nitroso (N2O), Hidrofluorocarbonos (HFC), Perfluorocarbonos (PFC) y Hexafluoruro de azufre (SF6) .

Otro avance es el compromiso de un centenar de líderes mundiales de países que representan el 85 % de los bosques del planeta para “detener y revertir la deforestación y la degradación de la Tierra” para 2030, algo que al primer ministro británico, Boris Johnson, le hace sentir esperanzado en el éxito de la reunión.

Pequeños pasos, a la espera de avanzar en cuestiones decisivas como el incremento de ambición en las contribuciones dedicadas nacionales NDC (de reducción de CO2) o los mecanismos de financiación climática que garanticen los 100.000 millones de dólares anuales comprometidos para ayudar a las economías en transición.

Seguimos esperando.

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