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La economía del siglo XXI debe ser consistente con las metas de la neutralidad de carbono: Galindo

La economía del siglo XXI debe ser consistente con las metas de la neutralidad de carbono: Galindo

De acuerdo con el académico Luis Miguel Galindo, “para llegar a la estabilización de la temperatura de 1.5°C o 2°C, requerimos generar una economía donde utilizar carbono sea francamente costoso”.

México.- Las modificaciones requeridas al actual estilo de desarrollo y la urgencia de una nueva economía baja en carbono, incluyente y capaz de preservar del medio ambiente, fueron los ejes temáticos que se abordaron en la conferencia Transformaciones estructurales y de financiamiento para atender el desafío del cambio climático, como parte del ciclo La emergencia climática, coordinado por Julia Carabias, miembro de El Colegio Nacional.

La sesión se realizó en formato híbrido desde el Aula Mayor del recinto y se transmitió en vivo el 18 de noviembre a través de las plataformas digitales de la dependencia. Coordinada y moderada por la bióloga mexicana, la conferencia contó con la participación de Rodolfo Lacy, director del área de Medio Ambiente, en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), Luis Miguel Galindo, académico de la Facultad de Economía de la UNAM, y Eduardo Vega López, académico de la misma facultad, quien compartió algunos comentarios.

En su participación, Julia Carabias recordó que las medidas que son indispensables para mantener como máximo en 1.5°C el incremento de la temperatura de la superficie terrestre, requieren de un financiamiento significativo. “Está claro que será muy caro si no hacemos nada, los riesgos de no hacer nada son mucho más que económicos, tienen que ver con problemas sociales, con problemas de justicia, de herencia y libertad.”

Por su parte, Rodolfo Lacy comentó que, entre los resultados de la COP26, la conferencia más amplia e importante sobre el clima de las Naciones Unidas, fueron prácticamente todas las alianzas relacionadas con financiamiento. Puntualizó que los operadores financieros tienen una visión de corto plazo y el cambio climático requiere de una de largo plazo, esa diferencia entre intereses y necesidades originó el difícil acceso a los recursos económicos.

Sostuvo que lo primero a destacar de la COP26 es que se pintó el rumbo del Acuerdo de París, “sólo quedaba pendiente el artículo 6°, que hablaba de los mercados y de lo que podía detonar una economía en la que las toneladas de carbono tuvieran precio.

Se logró diseñar un esquema semejante al del mercado europeo para establecer un nuevo sistema de intercambio de lo que se conoce como resultados de mitigación factibles de ser transferidos, los llamados bonos verdes”.

Agregó que, como resultado de la diplomacia financiera de Reino Unido, por primera vez se otorgó dinero al Fondo de adaptación, que recibía el 5% de las transacciones del mecanismo de desarrollo limpio del Protocolo de Kioto; además, se concedió financiamiento a todos los fondos que son parte del Acuerdo de París, como el Fondo Global para el Medio Ambiente y el Fondo Especial de Cambio Climático.

Comentó que, entre los logros, también se pudo igualar el financiamiento en mitigación con el de adaptación, “esto es importante, porque muchos países, incluyendo los desarrollados, sufren los efectos de los fenómenos hidrometeorológicos extremos asociados al cambio climático y ya podemos contar los muertos. Según un reporte de la Organización Meteorológica Mundial, en los últimos 50 años, mueren en promedio 515 personas diarias”.

El especialista lamentó que en la COP26 no se lograran reunir los cien billones que los países desarrollados prometieron empezar a entregar cada año a los países en desarrollo, a partir de 2020 y hasta 2025; incluso Alemania y Canadá, a petición de Reino Unido, hicieron un plan para entregar recursos financieros. La apuesta será a que en los próximos dos años se trabajará exhaustivamente para definir esa meta post 2025.

Rodolfo Lacy recordó que la OCDE da seguimiento a lo planteado con relación a la movilización de recursos de los países desarrollados a los que están en desarrollo de los Acuerdos de París y de las Conferencias de las Partes de las Naciones Unidas. Para movilizar esos recursos de manera eficiente elaboraron el documento Financiando los futuros climáticos, que propone seis áreas transformativas de la sociedad y una de ellas es la reconfiguración del sistema financiero.

“Durante la COP26 hubo un reclamo generalizado de que los recursos sí, estaban ahí, estamos hablando de 130 trillones de dólares para las próximas tres décadas, pero no había acceso a los mismos. Lo que sucede es que el sistema financiero tiene reglas y si los bancos no permiten tomar riesgos, los consejeros de las instituciones financieras son incapaces de tomar una decisión a favor de una inversión que pudiera parecer riesgosa”, subrayó.

Modificar esas reglas es una de las recomendaciones que plantea la OCDE, “también proponemos la elaboración de taxonomías de proyectos que se pueden considerar verdes y de las inversiones que pueden ser sustentables para evitar los proyectos publicitarios”, aseguró. El especialista finalizó con las palabras “hagamos verde a la Tierra, restauremos la Tierra y curemos la Tierra”, del paisajista escocés Ian L. McHarg.

La economía del cambio climático

Al tomar la palabra, Luis Miguel Galindo, académico de la Facultad de Economía de la UNAM, dictó la ponencia La economía del cambio climático, en la que se refirió a que la magnitud de las transformaciones estructurales que se requieren y la urgencia con las que se requieren para llegar a las metas planteadas por la COP26, necesitan un aumento de financiamiento de forma inmediata y relevante en modos.

En palabras del experto, hoy se sabe que los impactos del cambio climático no se manifiestan sólo en sus costos directos, sino en las consecuencias colaterales asociadas con el agua, la migración, la pobreza, la seguridad alimentaria y las finanzas públicas.

“Tendríamos que entender que nuestra estrategia de desarrollo tiene que ser consistente con el cumplimiento de las metas climáticas y consistente con las metas de desarrollo sostenible, y encontrar una sinergia favorable entre la reducción de la pobreza, las condiciones de salud, la preservación ambiental y la dinámica económica con esas metas.”

Para llegar a los niveles esperados por los acuerdos climáticos, como el carbono neutral, Galindo propuso dos puntos específicos: se requiere que entre el 60% y el 90% de la generación de electricidad sea con energía renovable; y se necesita una electrificación masiva del conjunto de la economía, es decir que las actividades productivas y los hogares utilicen electricidad proveniente de energías renovables.

“Esta sería la nueva economía del siglo XXI consistente con las metas de la neutralidad de carbono”.

Agregó que otro tema fundamental es el transporte, que requiere de una reducción del 90% de sus emisiones de carbono y del uso de energía renovable, las ventas de autos eléctricos impactarán en la flota vehicular para el 2030.

De acuerdo con el académico de la UNAM, es importante tomar en cuenta el impuesto al carbono, “para cumplir las metas, muchos de los escenarios utilizan un precio al carbono de alrededor de 30 dólares la tonelada, pero para llegar a la estabilización de la temperatura de 1.5°C o 2°C, los escenarios que se plantean son precios al carbono de entre 40 y 80 dólares, esto es: requerimos generar una economía donde utilizar carbono sea francamente costoso”.

Sostuvo que el crecimiento económico en América Latina viene acompañado de un proceso de migración del transporte, la salud y la educación públicas al transporte, la salud y la educación privada, lo que refleja una creciente insatisfacción en la región por los servicios públicos recibidos.

“Esto tiene varias consecuencias directas, la primera es una consecuencia de economía política, hay una creciente insatisfacción por el estilo de desarrollo, porque la gente que sale de la pobreza descubre que es muy cara mantenerse como clase media baja; y la segunda consecuencia, que tiene que ver con las metas climáticas, es que un creciente uso del transporte privado que no sea eléctrica es absolutamente inconsistente con el carbono neutral.”

Planteó que se requiere una recuperación masiva del transporte público en América Latina, “sin ello es prácticamente imposible cumplir las metas del clima, un país rico es donde los ricos también usan sus servicios públicos. La gran transformación que tiene que haber en Latinoamérica es modificar los patrones de generación de energía eléctrica, los patrones industriales, de movilidad y de consumo”.

En palabras del especialista, se calcula que América Latina requiere alrededor del 5% del PIB para hacer estas transformaciones estructurales, es decir aproximadamente 300 mil millones de dólares; actualmente se invierte cerca de 2.8%.

“Esta inversión del 5% sólo será sostenible si se deja de financiar el carbono y los combustibles fósiles. Lo anterior no puede pensarse sin la construcción de una nueva economía, una nueva dinámica social que incluya la atención a los problemas de pobreza y seguridad alimentaria”, concluyó.

Por su parte, Eduardo Vega López, académico de la Facultad de Economía de la UNAM, comentó que el 2020 y lo que va de 2021 dio la oportunidad para reflexionar y tomar decisiones concertadas con la escala global.

“Me parece que estamos perdiendo una oportunidad histórica. Los costos de la inacción son mayores que los costos de la transición y la preocupación hoy es México. En cada economía nacional se tiene que cuestionar cuáles son los gastos de la adaptación territorializada, porque el cambio climático implica sequías pronunciadas, duraderas, tensas. Las sequías tienen costos agrícolas, ganaderos, humanos, turísticos, hay que hacer las cuentas.”

El especialista enfatizó que es necesario conocer los costos de la adaptación a fenómenos hidrometeorológicos extremos, saber cuánto costará enfrentar las olas de calor, los incendios forestales, los huracanes más intensos y muchos más. Pero también es fundamental conocer el costo de la mitigación, “tenemos que dejar de financiar energía primaria y secundaria basada en fuentes fósiles, eso es lo que debemos dejar de hacer”.

Explicó que la transición energética significa dejar gradualmente las fuentes fósiles, no se piensa en dejar de producir petróleo o gas o electricidad en 4, 5 o 7 años, porque no es posible. Concluyó que “debemos hacer un plan nacional de mitigación con la valoración económica de los costos asociados a la permanencia de la producción y consumo excesivo de fuentes de origen fósil”.

La conferencia Transformaciones estructurales y de financiamiento para atender el desafío del cambio climático, como parte del ciclo La emergencia climática, coordinado por la colegiada Julia Carabias, se encuentra disponible aquí.

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