El Instituto de Biología (IB) de la UNAM, la Comisión de Recursos Naturales y Desarrollo Rural (Corenadr), de la Secretaría del Medio Ambiente de la Ciudad de México, y las comunidades agrarias del suelo de conservación de la capital del país, por primera vez colaboran para conocer la biodiversidad de los microorganismos que viven en los diferentes ecosistemas y agroecosistemas.
Esta iniciativa forma parte de un proyecto nacional denominado Atlas de la Biodiversidad del Suelo de México.
La directora del IB, Susana Aurora Magallón Puebla, recordó que esta entidad universitaria tiene 94 años de dedicarse al descubrimiento y descripción de la biodiversidad de nuestra nación, principalmente; tenemos especialistas en diferentes grupos de organismos, en plantas, animales y hongos, quienes desarrollan sus capacidades durante décadas, las perfeccionan y transmiten sus conocimientos a estudiantes y otros colegas.
Durante la firma del memorándum de entendimiento para la elaboración del Atlas de la Biodiversidad del suelo de conservación de la Ciudad de México, explicó que se busca describir la diversidad de organismos de diferentes tipos.
Se trata de identificar los macroscópicos y brindar un enfoque genómico fundamental. Para ello, se emplearán herramientas como la obtención de ADN.
Aquí seguramente va a ocurrir el descubrimiento de nuevas especies”, como ha sucedido en el IB, donde, por ejemplo, se han encontrado más de 500 de plantas, animales y hongos en los últimos años.
Es una iniciativa de grandes alcances que tiene el potencial de comparar la riqueza que se documente para el suelo de conservación de la Ciudad de México, con lo que se encuentre en otras partes del país, recalcó.
Columba Jazmín López Gutiérrez, directora general de la CORENADR, comentó que poco se conoce esa área, que ocupa 59 por ciento del territorio y alberga los servicios ambientales para la urbe.
La diversidad de suelos se manifiesta en la toma de muestras y en los resultados que va a arrojar este proyecto. Se trata de la obtención de los nombres de las especies y saber qué debemos hacer para tener mejor calidad de suelo, importante en la restauración ecológica.
El suelo es el reflejo de la salud y buen funcionamiento de los eco y agroecosistemas, y la oportunidad que nos brindan los científicos de conocer qué es lo que contienen; será parte toral para hablar del futuro de esos sistemas, resaltó López Gutiérrez.
Es importante que estudiantes y académicos participen ya que sin el suelo de conservación esta metrópoli estaría en grave riesgo. “Necesitamos mucha gente cuidándolo, trabajando, invirtiendo para que la investigación se desarrolle. Los productores agrícolas, los núcleos agrarios, los ejidos, las comunidades, necesitan aliados” para que los eco y agroecosistemas no se pierdan, sino que se incrementen, subrayó.
Roberto Garibay Orijel, investigador del IB, mencionó que en este proyecto también colaboran otras instancias universitarias, por ejemplo el Instituto de Ecología, la Facultad de Estudios Superiores Iztacala y el Programa Universitario de Estudios Interdisciplinarios del Suelo, y está financiado por la Dirección General de Asuntos del Personal Académico.
Durante la transmisión de un video se explicó que la formación de los suelos es un proceso largo; se estima que un centímetro puede tardar cientos de años en formarse y, por el contrario, su degradación ocurre rápido.
Aunque el suelo de conservación abarca al menos dos por ciento de la biodiversidad mundial, y 12 por ciento de la de México, hay pocos estudios referentes a microorganismos que lo habitan, ello a pesar del papel fundamental que juegan en su formación, los procesos biogeoquímicos y el funcionamiento de los ecosistemas.
Se estima que 25 por ciento de la biodiversidad del planeta habita en el suelo, por lo que este trabajo formará parte fundamental de nuevos conocimientos sobre la relación entre la calidad de este y los microorganismos, el grado de conservación de los ecosistemas, la productividad agrícola, los beneficios ambientales y las interacciones ecológicas, entre otros aspectos.
El proyecto inició a finales de octubre con la capacitación de 45 técnicos de la Comisión que durante un mes obtuvieron muestras de 50 sitios de las nueve alcaldías que conforman el suelo de conservación:
Cuajimalpa, Álvaro Obregón, Magdalena Contreras, Tlalpan, Xochimilco, Milpa Alta, Tláhuac, Iztapalapa y Gustavo A. Madero. De ellas, 26 fueron tomadas en agroecosistemas (como milpa, nopaleras y sistemas agroforestales) y 24 en ecosistemas originarios del Valle de México (bosques, humedal lacustre y pastizales, por ejemplo).
A partir del pasado mes de diciembre la totalidad son analizadas para describir la diversidad de microfauna y, posteriormente, los investigadores de la UNAM extraerán el material genético de hongos y bacterias; las muestras se secuenciarán en laboratorios internacionales en Noruega y Corea.
Cuando se obtengan los resultados, ambas instancias seguirán colaborando con las comunidades para desarrollar estrategias innovadoras para la conservación de los socioecosistemas.