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El jaguar, un ícono del desarrollo sostenible para América Latina

El jaguar, un ícono del desarrollo sostenible para América Latina

El jaguar se encuentra en 18 países de Latinoamérica; en 12 de ellos está catalogado como especie en peligro de extinción, esto pone en riesgo a otras centenas de especies que comparten sus hábitats e incluso a las comunidades que coexisten en sus territorios.

En los últimos cincuenta años, Latinoamérica ha visto declinar su biodiversidad. El Informe Planeta Vivo de WWF 2020 revela que nos encontramos ante una situación grave: la causa principal subyacente del declive en las poblaciones de vida silvestre terrestre, es el cambio de uso de suelo y la degradación de hábitats, relacionado con nuestros patrones de producción y consumo. El majestuoso jaguar no ha sido la excepción y sus poblaciones se han visto afectadas por esta problemática.

La especie ha perdido el 50 por ciento de su distribución histórica y enfrenta amenazas en el territorio restante debido a la expansión de la frontera agropecuaria, la construcción de infraestructura, el crecimiento urbano, la producción de energía y la minería.Aunado a ello, crece el conflicto humano - jaguar, el tráfico de individuos y sus partes y la disminución de sus presas.

El jaguar se encuentra en 18 países de Latinoamérica; en 12 de ellos está catalogado como especie en peligro de extinción, mientras El Salvador y Uruguay lo han declarado extinto. Ello pone en riesgo a otras centenas de especies que comparten sus hábitats e incluso a las comunidades que coexisten en sus territorios, cuyos medios de vida están ligados a estos ecosistemas.

Como depredador tope, el jaguar es una especie crucial en comunidades funcionales de plantas y animales. Es también un indicador de ecosistemas saludables y un elemento focal para la conservación de hábitats clave en las iniciativas de mitigación al cambio climático.

Sus hábitats generan un sinnúmero de beneficios sociales y económicos en toda Latinoamérica. Un estudio, realizado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), concluyó que este felino contribuye a la provisión de 13 servicios ambientales en beneficio de más de 46 millones de personas: provisión de agua, polinización de cultivos, regulación del clima y purificación del aire.

La valoración económica de estos servicios ambientales en toda la región aún no ha sido determinada, pero tan sólo en la cuenca del Amazonas y el Pantanal en Brasil su valor asciende a más de 4 mil millones de dólares anuales.

En cuanto a su relación directa con la Agenda 2030, los esfuerzos de conservación del jaguar contribuyen al cumplimiento de 11 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), incluidos salud y bienestar, acción por el clima y mitigación de la pobreza.

Sin embargo, un informe reciente sobre el progreso de los ODS evidencia que el mundo está lejos de lograr las metas para detener la pérdida de biodiversidad, y además sólo un tercio de 113 países evaluados han integrado a la biodiversidad en su planeación nacional.

Ante este panorama, los esfuerzos de conservación que se realicen en beneficio del jaguar y sus hábitats son clave para avanzar en la protección del planeta y la prosperidad de los seres humanos. El rango jaguar concentra el 12.4 por ciento de la contribución de la naturaleza para los ODS a nivel mundial, y esta es particularmente alta en áreas cercanas a poblaciones humanas en América Central, México y los límites de la Amazonía.

La relación entre la conservación del jaguar y la Agenda 2030 resulta aún más importante en el contexto post pandemia. De acuerdo a analistas, el COVID-19 tendrá implicaciones económicas y sociales profundas en América Latina con efectos negativos en el crecimiento económico, los esfuerzos de reducción de la pobreza, el empleo y la erradicación de las desigualdades.

Por ello, serán fundamentales las políticas destinadas a promover el desarrollo sostenible, desde una visión integral y sistémica, y que logren la armonía entre las metas económicas, el bienestar social y el equilibrio ecológico, sustento de nuestra red de vida.

En 2018, en un esfuerzo sin precedentes, 14 de los 18 países del rango de distribución del jaguar junto con organizaciones no gubernamentales e intergubernamentales adoptaron el Plan Jaguar 2030, la hoja de ruta para lograr la conservación de este felino mediante la cooperación regional.

La adopción de este plan, que construye una visión de conservación conjunta con la participación de comunidades, sector privado y academia, fue un paso crucial. No obstante, aún hay retos grandes relacionados con su implementación.

Hasta la llegada de la pandemia se pensaba que el 2020 sería un año clave para el futuro de la biodiversidad, un hecho que se ha retrasado al menos hasta el año 2021. El camino hacia Kunming y la negociación del Marco Global para la Biodiversidad post-2020 significaban entonces un parteaguas para revertir las tendencias alarmantes.

A pesar de esta demora, no podemos dejar pasar una coyuntura única y requerimos alzar la voz para mantener las voluntades y reforzar el sentido de urgencia.

Ante el panorama actual de crisis ambiental, económica y social, la oportunidad es aún más grande y ambiciosa: los países del mundo y de la región tendrán que desplegar una recuperación transformadora basada en la igualdad y la sostenibilidad, que permita construir un nuevo normal que evite el surgimiento de futuras pandemias. En América Latina podemos vincular los esfuerzos de esta recuperación con el jaguar, como especie emblemática del continente. La clave está en impulsar la implementación de los marcos ya existentes, como el Plan Jaguar 2030, y sumar voluntades entre distintos sectores y ámbitos territoriales para lograr un verdadero desarrollo sostenible que abone a la reconstrucción verde en la región.

* Esta es una comunicación oficial del World Wildlife Fund (WWF) bajo una licencia Creative Commons.

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