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La exposición crónica a contaminación del aire, gravísima

La exposición crónica a contaminación del aire, gravísima

Se ha visto en poblaciones con alta polución que, en personas mayores, empieza a haber problemas cognitivos, del habla, pérdida de la memoria y más casos de alzhéimer.

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Dos personas con tapabocas
Dos personas con tapabocas debido a la contaminación en Ciudad de México. Efe

Las contingencias ambientales en Ciudad de México tienen repercusiones a nivel de salud pública. Los sectores de la población más afectados son los niños, ancianos, personas con enfermedades respiratorias crónicas como asma y enfermedad pulmonar obstructiva crónica, afirma Ana Rosa Moreno, académica de la Facultad de Medicina.

La universitaria, quien formó parte del equipo del Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático de Naciones Unidas y ganó el Premio Nobel de la Paz en 2007, dice que la contaminación nos preocupa una vez al año, pero ¿qué sucede? “La exposición crónica es gravísima, disminuye nuestra esperanza de vida (Apte et al., 2018, ‘Ambient PM2.5 Reduces Global and Regional Life Expectancy’, Environ. Sci. Technol. Lett, 5(9): 546–551)”.

Hace como cinco años, informa, “salió un análisis que se hizo en cerebros de personas de Ciudad de México y de Manchester, Inglaterra, y se encontró que había partículas magnéticas (Maher et al., 2016, ‘Magnetite pollution nanoparticles in the human brain’, Proc Natl AcadSci, 113(39): 10797–801), y la única forma de que hubieran llegado al cerebro fue por contaminación atmosférica. ¿Qué pasa? Cuando evalúan, por ejemplo, la salud mental, se ha visto en poblaciones con alta polución que, en personas mayores, empieza a haber problemas cognitivos, del habla, pérdida de la memoria y más casos de alzhéimer”.

En entrevista con Gaceta UNAM indica que muchas veces nos preocupa el ozono, porque ahora sí está por encima de la norma, pero no es el único contaminante. “Estamos hablando de dióxido de carbono, de dióxido de azufre, de dióxido de nitrógeno, de partículas suspendidas desde 10 y hasta menos de una micra, que son las que se van al torrente sanguíneo. Estamos hablando de carbono negro, que ahora es un contaminante también que llama mucho la atención, no porque antes no hubiera, sino que antes no se percibía que fuera grave”.

En un documento proporcionado por la Facultad de Medicina, Ana Rosa Moreno muestra la dimensión del problema: “En la primera mitad de 2020, y a pesar del prolongado confinamiento por la pandemia de la Covid-19, la contaminación del aire por partículas suspendidas PM2.5 y dióxido de nitrógeno (NO2) ocasionó la muerte prematura de 11 mil personas en Ciudad de México”.

Es probable que dicha contaminación a largo a plazo pueda afectar precisamente los cerebros de las personas, acota. “Ahorita que hay contaminación nos preocupamos; sin embargo, tendría que haber mucha más consciencia, sobre todo para exigir a las autoridades que efectivamente establezcan medidas de protección a largo plazo”.

Quedarse en casa

Al preguntarle si sería una opción viable quedarse a trabajar en casa durante las contingencias ambientales, considera que sí podría ser una alternativa. “Sobre todo las personas que son mayores o las que tienen una patología o niños pequeños y que quieren cuidarlos y protegerlos, porque los grupos vulnerables siempre van a ser los pequeñitos y los viejos. Creo que esto realmente debería ser una norma”.

Precisó que los sistemas de alerta temprana de contaminación deberían ser mucho más estrictos. “Una especie de sistema o un teléfono inteligente que le avisara al cuidador: en este momento su familiar, que es una persona anciana con problemas respiratorios, que tiene cáncer, no debe salir. Entonces efectivamente nos podríamos quedar a trabajar en casa sin ningún problema y eso permitiría no sacar el coche y no exponerse a la contaminación y a todo lo demás que implica el transporte público”.

Ante una contingencia ambiental sugiere cerrar todos los parques. “La gente se tiene que quedar en su casa. Estamos ante una población que no está educada, y además eso tiene que ver con la percepción de riesgo. Cuando uno nace en una ciudad como ésta se acostumbra a que la contaminación forma parte del aire, del paisaje. Entonces la percepción de riesgo es muy baja”.

Este texto se publicó originalmente en  Gaceta UNAM, disponible aquí.

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