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El carbono azul en México, oportunidades para la conservación

El carbono azul en México, oportunidades para la conservación

A pesar de sus múltiples beneficios, los ecosistemas de carbono azul enfrentan procesos de degradación que amenazan la seguridad física y los bienes de 15 millones de habitantes en las costas del mundo.

El carbono azul se refiere al CO2 fijado por el proceso de fotosíntesis en los ecosistemas de manglar, pastos marinos y marismas saladas. A pesar de que cubren menos del 2% del área total del océano, estos ecosistemas acumulan aproximadamente la mitad del carbono secuestrado en los sedimentos oceánicos.

Así mismo, influyen en el secuestro de carbono a largo plazo, almacenándolo en el suelo durante miles o millones de años y durante años o décadas en las hojas y tallos.

Además, los servicios ecosistémicos que brindan contribuyen al mantenimiento de la biodiversidad y economía locales, y protegen a las comunidades costeras frente al cambio climático, al fungir como barrera natural ante tormentas y huracanes.

A pesar de sus múltiples beneficios, los ecosistemas de carbono azul enfrentan procesos de degradación que amenazan la seguridad física y los bienes de 15 millones de habitantes en las costas del mundo.

México puede contribuir a la mitigación y adaptación al cambio climático por medio de la conservación y restauración de los ecosistemas costeros. En el caso de los manglares, su capacidad de captura y almacenamiento de carbono azul puede ser aprovechada para cumplir los objetivos de reducción de emisiones adquiridos en el Acuerdo de París.

Así mismo, los servicios ecosistémicos que brindan pueden integrarse en las estrategias de adaptación al cambio climático, protegiendo a las comunidades costeras y generando beneficios económicos extra.

Manglares y carbono azul

Los manglares son bosques tropicales ubicados en la intersección entre la tierra y el mar. En ellos predominan árboles y arbustos conocidos como mangles, los cuales pueden prosperar en altas salinidades y falta de oxígeno en el sedimento.

En 2016, estos ecosistemas cubrían 136 mil km2, equivalentes aproximadamente al 0.7% de los bosques tropicales del mundo. El 48% de esta superficie se concentra en cinco naciones: Indonesia (19%), Australia (10%), Brasil (7%), México (5.4%) y Nigeria (4.7%).

Una característica distintiva de los manglares es su capacidad de acumular, transformar y exportar carbono, lo cual ocurre gracias a la interacción entre el medio aéreo, marino, dulceacuícola y terrestre. La saturación de agua presente en estos ecosistemas limita el oxígeno disponible, lo que promueve el almacenamiento de carbono en los sedimentos.

Por otro lado, la materia orgánica generada en los manglares soporta las necesidades nutrimentales de muchas especies de importancia comercial, como larvas de peces y crustáceos.

Los manglares son fundamentales para el bienestar humano, pues proveen alimentos y medios de subsistencia a las comunidades costeras. Además, proporcionan una serie de servicios ecosistémicos valuados en al menos 1.6 mil millones de dólares anuales.

Por su habilidad de transformar CO2 en carbono orgánico a tasas de dos a cuatro veces superiores que las observadas en bosques tropicales, los manglares representan uno de los mayores y más productivos reservorios de carbono. A nivel mundial, estos ecosistemas almacenan un total de 21.9 giga toneladas de CO2e, más de cuatro veces las emisiones anuales de EE.UU. El 87% de esta cifra corresponde al carbono almacenado en suelo.

El carbono azul en los manglares de México

La Comisión Nacional para el Uso y Conocimiento de la Biodiversidad (CONABIO) reportó que, durante 2020, existían 905 mil 86 hectáreas de manglar en México distribuidas en cinco regiones: Pacífico Norte, Pacífico Centro, Pacífico Sur, Golfo de México y Península de Yucatán. Se estima que el total de carbono almacenado en México es de 1.29 gigatoneladas de CO2e; como referencia, durante el 2019, las emisiones de GEI de Japón fueron de 1.16 gigatoneladas de CO2e.

A nivel nacional se calcula un almacenamiento promedio de carbono de 416.9 ± 20.2 y 1413.3 ± 80.7 toneladas CO2e por hectárea para el carbono aéreo y subterráneo, respectivamente. Sin embargo, los valores de almacenamiento son variables y dependen del estado de conservación, la complejidad estructural, el clima, entre otros factores.

A pesar de que dicha variabilidad ha sido poco estudiada, se ha identificado que la zona del Pacífico Sur alberga los mayores reservorios de carbono, correspondientes a 568.1 ± 55 y 2433.5 ± 187.1 toneladas CO2e por hectárea para el carbono aéreo y subterráneo. En conjunto, el carbono almacenado en una hectárea de manglar de la zona Pacífico Sur equivale a las emisiones que generarían 650 vehículos durante un año.

Los beneficios climáticos, naturales y sociales de los sumideros de carbono azul

Cuando los manglares son degradados o destruidos se pierde su gran potencial para capturar carbono y se da paso a la descomposición de la materia orgánica que han almacenado en el suelo durante siglos, lo que resulta en la liberación de metano (CH4) a la atmósfera. Por ello, la conservación de estos ecosistemas es una forma de evitar emisiones extra derivadas de procesos de deforestación y degradación.

De seguir la tendencia actual, las emisiones globales derivadas de la pérdida de manglares podrían alcanzar hasta 3.4 gigatoneladas de CO2e a finales del siglo, cantidad que equivale al 6.9% de las emisiones totales de GEI generadas en el mundo durante el 2018. Para el caso de México, se calcula que las emisiones derivadas de la pérdida de manglares entre 2000-2020 corresponden a 24 megatoneladas de CO2e, lo que equivale a quemar 8.4 millones de toneladas de carbón.

La conservación de manglares puede ser integrada en las estrategias nacionales para reducir las emisiones de GEI y aumentar los sumideros de carbono. Estudios han demostrado que evitar la deforestación y degradación de manglares en México supondrá un acumulado de hasta 54.4 megatoneladas de CO2e. Este valor corresponde al 10% del compromiso nacional establecido en el Acuerdo de París de alcanzar las cero emisiones netas generadas por procesos de cambio de uso de suelo para el 2030.

Por otro lado, la restauración de las áreas de manglar que han sido perdidas o degradadas puede contribuir a aumentar la captura y almacenamiento de CO2. A nivel mundial, The Global Mangrove Alliance estima que la recuperación total de las zonas de manglar altamente restaurables podría estabilizar alrededor de 1.3 gigatoneladas de CO2e, cantidad equivalente a las emisiones de tres años de países como Australia.

En México, CONABIO ha identificado 81 sitios de manglar con relevancia biológica y con necesidades de rehabilitación ecológica, los cuales representan una oportunidad para volcar esfuerzos de restauración y generar beneficios relacionados a la biodiversidad, las comunidades locales y el clima.

Las necesidades de conservación y restauración de estos ecosistemas cobran especial relevancia al considerar que los servicios ecosistémicos de los manglares pueden emplearse para proteger a las comunidades costeras y aumentar su capacidad adaptativa ante el cambio climático, mientras se asegura el suministro de alimentos y los medios de vida locales. De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), un 45.96% del total de la población nacional vive en estados costeros.

En vista de que los fenómenos hidrometeorológicos, como ciclones tropicales, aumentarán en fuerza y periodicidad debido al cambio climático, es necesario establecer protección costera eficaz y sostenible.

La conservación de los manglares es una forma de brindar protección ante las amenazas mencionadas, pues estos ecosistemas son capaces de romper fuertes vientos y oleaje, por lo que actúan como barrera ante tormentas, y brindan resguardo frente a otras amenazas costeras como erosión y mareas. Además, dicha protección es una alternativa natural de dos a seis veces menos costosa que las obras de infraestructura gris, como los rompeolas sumergidos.

Así mismo, la conservación de los manglares es una forma de preservar los recursos que sostienen a millones de personas en las zonas costeras. Por lo regular, los usuarios de los manglares dependen de la pesca y otras actividades sobre las que no tienen propiedad ni control, y son vulnerables a las influencias sociales, económicas y culturales: desde los mercados cambiantes hasta la construcción de infraestructura o la restricción del acceso a los medios de vida. Cuando son involucrados en proyectos de conservación y restauración, los miembros de las comunidades locales contribuyen a asegurar la sustentabilidad a largo plazo de los manglares, pues reciben los beneficios de la conservación, que incluyen una mejora en la seguridad alimentaria, laboral, así como en los medios de vida.

Los desafíos que enfrentan los proyectos de carbono azul

A pesar de su importancia ecológica y potencial para atender los compromisos de mitigación y adaptación al cambio climático, el desarrollo de proyectos de carbono azul y manglares enfrenta múltiples desafíos. Por un lado, los proyectos de restauración y conservación de ecosistemas de carbono azul no son financiados a la escala necesaria.

Para cubrir el déficit mundial de fondos para la conservación, se estima que el financiamiento debería multiplicarse entre 20 y 30 veces. Así mismo, las iniciativas de restauración necesitarán cubrir $11.1 mil millones de dólares en los próximos 20 años para restablecer la extensión de los manglares restaurables en todo el mundo. Otra gran área de oportunidad es el involucramiento del sector privado, pues hasta el momento la mayoría de los recursos para estos proyectos provienen de fondos públicos y filantrópicos.

A nivel nacional, la cuantificación de los almacenes de carbono, así como de las emisiones derivadas de la degradación y deforestación de manglares, representan un desafío, pues los inventarios nacionales pocas veces consideran el carbono almacenado en suelos a profundidades mayores a 1 metro.

Algunos estudios calculan que las emisiones asociadas a la degradación y deforestación de los manglares en México son 31 veces mayores que los valores reportados por las autoridades nacionales. Debido a que dichas cifras son empleadas para establecer los objetivos nacionales de reducción de emisiones, se ha subestimado el potencial que tendrían los proyectos de carbono azul para alcanzar las metas de mitigación nacionales.

Por último, bajo las perspectivas económicas tradicionales, el desarrollo de proyectos de carbono azul puede no ser una opción económicamente viable frente a alternativas que implican la destrucción de estos ecosistemas, como el desarrollo costero asociado al turismo y la acuacultura.

A pesar de los múltiples co-beneficios y externalidades positivas derivadas de la conservación y restauración del manglar, continúa siendo un reto que las partes interesadas le den del peso suficiente a los servicios de estos ecosistemas, dejando de lado su potencial para atender las necesidades de adaptación y mitigación al cambio climático.

Por su papel en la captura de carbono, reducción de impactos costeros, y contribuciones a los medios de vida, WRI México trabaja para proteger y restaurar los ecosistemas de manglar. Durante 2020, y en colaboración con la SEMARNAT, el INECC y The Ocean Foundation, se llevó a cabo el proyecto Adaptación Basada en Ecosistemas Costeros Tuxpan, Veracruz y Celestún Yucatán. El objetivo fue acelerar la implementación del componente de Adaptación Basada en Ecosistemas (AbE) de la NDC mexicana (2015) por medio del estudio, priorización y monitoreo de medidas de adaptación en manglares de Tuxpan, Veracruz y Celestún, Yucatán.

Actualmente, WRI México, con apoyo de HSBC y organizaciones locales, impulsa el manejo comunitario y restauración de 500 hectáreas de manglares en diversos sitios del país. Además de conservar estos ecosistemas, se busca potenciar los medios de vida de las comunidades costeras mediante el aprovechamiento de los servicios ecosistémicos asociados.

La importancia de socializar su valor y de la acción conjunta

La capacidad de captura de carbono azul de los ecosistemas costeros, así como los servicios ecosistémicos que brindan, los convierten en una pieza fundamental para mitigar el cambio climático y favorecer la adaptación de las comunidades costeras. Sin embargo, existen múltiples desafíos para integrar dichos ecosistemas en la acción climática, y para enfrentarlos, hace falta el involucramiento activo de diversos actores.

Por un lado, difundir el valor económico, ambiental y sociocultural de los manglares es un mecanismo para atraer inversiones de gobiernos y fondeadores privados en los proyectos de restauración y conservación.

Así mismo, cuantificar detalladamente los almacenes de carbono nacionales contribuye a dimensionar con mayor precisión el impacto que los proyectos de carbono azul pueden tener sobre los objetivos de mitigación nacionales. Por último, involucrar activamente a las comunidades es una forma de asegurar la adicionalidad de los proyectos y la sostenibilidad a largo plazo de los esfuerzos de restauración y conservación.

Este texto se publicó originalmente en WRI, disponible aquí.

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