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México se enfrenta al reto de cambiar la forma en que se relaciona y cuida sus ríos

México se enfrenta al reto de cambiar la forma en que se relaciona y cuida sus ríos

México y el mundo se enfrentan al reto de cambiar la estrategia de simplemente entubar ríos o verter desechos a sus cauces, para trascender a una dinámica de rescate, limpieza y tratamiento de sus aguas.

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Río Magdalena
Vista del Río Magdalena. Gobierno de la CDMX

Históricamente sabemos que para que una ciudad pudiera cimentarse y crecer era indispensable que se situara en un lugar geográfico estratégico que le garantizara agua, sol y tierra fértil. Por esa razón, las grandes urbes siempre están bordeadas o son atravesadas por ríos, los cuales siguen sus milenarios trayectos hasta un lago o al mar.

Con el crecimiento de las ciudades, y a veces como resultado de una mala planeación, muchos de estos afluentes terminaron por convertirse en vertederos de nuestros desechos. Como consecuencia, una de las primeras soluciones fue su entubamiento para “evitar malos olores o enfermedades”.

Se ha señalado en diversas fuentes que, “desde la llegada de los españoles, la concepción de la ingeniería hidráulica y la ingeniería civil era justamente secar el lago; desalojar los grandes volúmenes de agua que había en esa zona para favorecer el crecimiento de la ciudad, teniendo como prioridad el desarrollo económico y dejando a un lado el cuidado del medio ambiente”.

Esta falta de conciencia ecológica hizo que durante la construcción de la ciudad donde se asentó el reino de la Nueva España no se tomara en cuenta la vocación lacustre en la que se hallaba, por lo que en 1629 se produjo una inundación histórica que duró cinco años. Motivo por el cual se decidió desecar las aguas del Valle de México.

Los últimos ríos vivos de esta metrópoli fueron entubados durante las décadas de los 40-50, entre ellos el Churubusco, Mixcoac, Consulado y La Piedad. Por esa razón, hoy solo sobrevive el Magdalena, considerado el último que corre libremente a cielo abierto en algunos de sus tramos, hasta quedar oculto cerca de Viveros de Coyoacán, a los pies de la capilla de San Antonio Panzacola.

Al igual que este río, en el país muchos otros todavía fluyen al aire libre e incluso nutren cuencas como la del Lago de Chapala y cuyas aguas son compartidas con las de afluentes como los ríos Santiago, Lerma, Zula; o la cuenca del Grijalva, alimentada por un río con el mismo nombre y cuyo paso milenario ha esculpido el Cañón del Sumidero, y qué decir del Coatzacoalcos que nace de las montañas de Oaxaca para recorrer parte del Istmo de Tehuantepec y desembocar en el Golfo de México.

De acuerdo con datos recientes del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), con el cambio climático las cuencas de los ríos han sufrido un descenso a nivel mundial, lo que ha activado las alertas en diferentes países, ya que estos afluentes son elementales para el crecimiento económico, la seguridad alimentaria y el bienestar de muchas ciudades. Así lo señala un análisis del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), el cual estima que al menos dos millones de personas en el mundo dependen directamente de los ríos para proveerse de agua potable y 500 millones de personas (aproximadamente 1 de cada 14) viven en deltas fluviales.

La contaminación orgánica grave se ha evidenciado en una séptima parte de todos los ríos y la contaminación grave y moderada por sales afecta al 10%, aproximadamente.

El PNUMA advierte que alrededor de un tercio de todos los ríos de América Latina, África y Asia sufren de una grave contaminación por organismos patógenos atribuibles al vertido, en cuerpos de agua nacionales, de descargas aguas residuales que incumplen con la normatividad aplicable.

México y el mundo se enfrentan al reto de cambiar la estrategia de simplemente entubar ríos o verter desechos a sus cauces, para trascender a una dinámica de rescate, limpieza y tratamiento de sus aguas.

Los ríos son vitales en los ecosistemas constituyendo, en muchas ocasiones, la fuente de abastecimiento de agua potable de las poblaciones y el medio de subsistencia de cientos de comunidades mexicanas.

Hoy tenemos valiosos ejemplos como el del río Cheonggyecheon, en Corea del Sur, el cual había sido entubado para dar lugar a una autopista en la década de los 70 y que con el tiempo terminó por afectar la salud de los habitantes de Seúl. Por este motivo, durante 2003, el alcalde de esa ciudad, Lee Myung-Bak, asumió el reto de restaurarlo con un sistema de tratamiento de aguas para evitar su contaminación, así como un parque lineal que acompañara al afluente, lo que se convirtió en un ejemplo de urbanización amable con el medio ambiente y la naturaleza.

El cuidado de los ríos debe contar con una participación integral, de manera que la población es la guardiana activa de sus cauces, apoyada por las autoridades gubernamentales y académicas. Por ello, evita tirar cualquier clase de residuo a estas corrientes de agua y denuncia actos de en contra de este recurso, a fin de garantizar que se haga cumplir el derecho al agua y a la salud.

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