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Islas de calor, riesgosas para la salud humana

Islas de calor, riesgosas para la salud humana

En personas con enfermedades crónicas o preexistentes (renales, cardiovasculares, respiratorias o mentales, entre otras) aumenta 20% la mortalidad: Javier Martín-Vide.

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Sol en la ciudad
Jack Atkinson

En el contexto actual de cambio climático, las islas de calor han dejado de ser un fenómeno local curioso, hoy representan un riesgo meteorológico para la salud humana, en particular durante las horas de mayor temperatura en las metrópolis.

Si en las periferias se viven olas de calor intensas, en el centro el plus térmico nocturno es todavía más grave, afirmó Javier Martín-Vide, investigador de la Universidad de Barcelona.

Dijo que médicos y biomédicos han demostrado que, para el caso de la región española de Cataluña, “con más de 30 años de registros térmicos, en aquellas personas con enfermedades crónicas o preexistentes de tipo cardiovascular, respiratorio, mental o renales, entre otras, aumenta el 20% la mortalidad durante las olas de calor, sobre todo si viven en medios urbanos”.

“La clave está en que aquellas personas en edad avanzada, con enfermedades crónicas y, además, en condiciones de pobreza energética –que no disponen de aire acondicionado o que no pueden hacer uso de este por el elevado costo de la electricidad–, se debilitan, no descansan bien, lo que implica un aumento en la morbilidad y mortalidad de estas poblaciones”, prosiguió.

Señaló que en la ciudad de Barcelona, “donde hay un observatorio bien calibrado y sistemático con 107 años de registros totalmente homogéneos, no sólo se ve reflejado el calentamiento global y regional de la cuenca del Mediterráneo, la región planetaria que está sintiendo con mayor rigor el calentamiento, sino también una elevación de temperatura a una tasa más elevada que el promedio global”.

Al participar en el último día de actividades del ciclo de conferencias Panorama Actual de las Ciencias Atmosféricas y del Cambio Climático 2023, el español destacó que los expertos han recurrido al índice climatológico de noches tropicales, es decir aquellas cuya temperatura mínima es igual o superior a los 20 °C.

Además, mencionó, “se propuso un nuevo término: ‘noche tórrida’ para aquellas temperaturas superiores o iguales a 25 °C en España, puesto que cada vez se registran más noches con esas condiciones de temperatura en las ciudades de ese país de la mitad sur y del litoral mediterráneo y que implican una incidencia grave en la salud humana”.

En el encuentro organizado por el Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM, indicó que de 2015 a 2022 aumentaron las ‘noches tórridas’ extremas con temperaturas de 25 °C o más. Ante ello, “propuse el establecimiento de alertas por temperaturas mínimas elevadas y no sólo por aquellos registros de 40 °C durante el día y que cada año se presentan en el verano en esa nación, sino también por aquellos registros nocturnos de entre 25 y 27 °C, y sus implicaciones en la salud de la población”.

En su charla virtual, recordó que en 1986 la prensa española dio a conocer “un fenómeno curioso, la primera aparición pública de la isla de calor en Barcelona, es decir, el centro de la ciudad estaba más cálido durante la noche que la periferia, incluso se consideró bueno porque permitía ahorrar en calefacción en el invierno a quienes habitan los barrios centrales de esa urbe”.

En cambio, a más de 40 años de distancia, el mundo ha cambiado, las islas de calor han dejado de ser un hecho anecdótico, curioso e incluso bueno, para pasar a ser consideradas un nuevo riesgo climático.

Javier Martín-Vide explicó que las llamadas islas de calor son un fenómeno preferentemente nocturno, cuyas condiciones climatológicas más probables son viento en calma o débil y cielo despejado, “y es tanto o más intensa la diferencia térmica entre el centro de la ciudad y la periferia donde se registra, y podría ser mayor, según el tamaño de la población de la urbe”.

Apuntó que las ciudades modifican la topografía, lo que altera los flujos aéreos (disminución de la velocidad del viento y aumento de la turbulencia); además, “hemos sustituido el suelo natural en las urbes por concreto y pavimento, algunos de esos materiales con mayor capacidad calorífica y absorben radiación solar durante el día y siguen templados o calientes después de la puesta del Sol; hay impermeabilidad del suelo, lo que cambia el balance de energía e hídrico, con un aumento de temperatura y disminución de la evaporación.

Pero también las metrópolis desprenden calor antropogénico por actividades de combustión como iluminación, calefacción, tráfico vehicular, etcétera, lo que altera el balance de energía, aumenta la temperatura, refuerza la convección urbana, incrementando incluso la nubosidad por ese ascenso de aire caliente que emiten las ciudades, prosiguió en su charla Nuevos riesgos en el contexto del cambio climático: isla de calor y exceso de calor urbano diurno.

Las metrópolis también son fuentes de contaminación por partículas y gases que alteran la calidad y características del aire, aumentan la nubosidad y las enfermedades respiratorias.

Soluciones

Javier Martín-Vide aclaró que el aumento de la intensidad de las islas de calor de las ciudades dependerá fundamentalmente del incremento o no de la población –“al menos eso ocurre en Barcelona, donde el número de habitantes no ha crecido–, aunque este fenómeno representa una afectación a la salud de los habitantes, porque ya partimos del registro de temperaturas más elevadas”.

Destacó que los parques son el efecto refrescante para las islas de calor, por lo que es necesario o se impone el reverdecimiento de las ciudades a través del aumento de la superficie de parques, jardines, arbolados, el uso de cubiertas frescas pintadas de blanco, sombreado de calles y plazas.

Además, deben sustituirse los suelos impermeables y duros por permeables que permitan almacenar agua de lluvia o de riego urbano de las calles y, desde ahí, aquélla se vaya evaporando, lo que hará que perdamos calor latente. Asimismo, todos debemos estar implicados en los buenos hábitos: la movilidad sostenible, la autoprotección en tiempos más calurosos y pautas de consumo más moderadas.

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