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El Protocolo de Montreal, único en lograr el consenso universal

El Protocolo de Montreal, único en lograr el consenso universal

La mayoría de las naciones escuchó el llamado y el esfuerzo internacional conjunto que permitió la eliminación y reducción del uso de sustancias que agotaban la capa de ozono.

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A principios de la década de los ochenta del siglo XX, el mundo entró en alerta al comprobarse científicamente que crecía el agujero de la capa de ozono, como se denomina a esa frágil franja de gas que protege la Tierra de los efectos nocivos de los rayos solares, contribuyendo a preservar la vida en el planeta.

Una década antes, avezados científicos como el mexicano Mario Molina Pasquel (egresado de la Facultad de Química de la UNAM) y su compañero Frank Sherwood Rowland determinaron con sus investigaciones que si se mantenía la expulsión a la atmósfera de grandes volúmenes de clorofluorocarbonos (CFC), cerca de una tonelada al año, se terminaría por destruir la capa de ozono. Gracias a estos estudios, junto con Paul Crutzen recibieron el Premio Nobel de Química en 1995.

Ante la evidencia del riesgo que eso representaba para la humanidad y los ecosistemas, la Organización de las Naciones Unidas promovió la primera iniciativa para paliar los efectos de esos gases, la Convención de Viena, que daría pie al Protocolo de Montreal, el cual fue firmado inicialmente por 46 países.

Dicho acuerdo mundial, explica el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, surgió en 1987 y entró en vigor en 1989 con el objetivo principal de eliminar “gradualmente los productos químicos que lo agotan”, lo que incluye “tanto la producción como el consumo de esas sustancias” con sustento en el progreso de los conocimientos científicos e información tecnológica.

El Protocolo de Montreal, explica el portal del PNUMA, se estructura en torno a varios grupos de sustancias destructoras del ozono. Los grupos de sustancias químicas se clasifican de acuerdo a la familia química y se enumeran en los anexos al texto del Protocolo de Montreal.

Mediante este Protocolo se exige el control de casi 100 sustancias químicas en varias categorías. Para cada grupo o anexo de sustancias químicas, el Tratado establece un calendario para la eliminación gradual de la producción y el consumo de esas sustancias, con el objetivo de eventualmente eliminarlas por completo.

Sin embargo, existen algunas excepciones, para usos esenciales cuando no se encuentren sustitutos aceptables. Por ejemplo, los inhaladores de dosis medidas (IDM) comúnmente utilizados para tratar el asma y otros problemas respiratorios, así como los sistemas de supresión de incendios de halón utilizados en los submarinos y aviones.

Este Protocolo dio pie, en 1994, a la proclamación por parte de la Asamblea General de Naciones Unidas del 16 de septiembre como Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono, en conmemoración de la fecha de la firma, en 1987, del Protocolo de Montreal sobre sustancias que dañan la capa de ozono (resolución 49/114)

Afortunadamente, la mayoría de las naciones escuchó el llamado y el esfuerzo internacional conjunto que permitió la eliminación y reducción del uso de sustancias que agotaban la capa de ozono, ayudando no solo a protegerla para la generación actual y las venideras, sino también a mejorar los resultados de las iniciativas dirigidas a afrontar al cambio climático. Esos esfuerzos han protegido también la salud humana y los ecosistemas reduciendo la radiación ultravioleta del sol que llega a la Tierra.

Si bien inicialmente en los productos químicos con mayor potencial de agotamiento del ozono, incluidos los clorofluorocarbonos (CFC) y halones fueron los que primero captaron la atención, la eliminación de los hidroclorofluouorocarbonos (HCFC) fue más relajado por su menor potencial de agotamiento de la capa de ozono y porque también se han utilizado como sustitutos de transición de los CFC.

El calendario de eliminación de los HCFC se creó en 1992 para los países desarrollados y países en desarrollo, este último con una congelación en 2015, con eliminación completa en 2030 en los países desarrollados y en 2040 en los países en desarrollo. Pero en 2007, las Partes del Protocolo decidieron acelerar el calendario de eliminación de los HCFC para todos los países.

El 16 de septiembre de 2009 es una fecha histórica porque la Convención de Viena y el Protocolo de Montreal se convirtieron en los primeros tratados de la historia de las Naciones Unidas en lograr la ratificación universal.

En la 28ª Reunión de las Partes el 15 de octubre de 2016, en Kigali, Rwanda, se dio otro gran paso para eliminar gradualmente los hidrofluorocarbonos (HFC) y Liberia se convirtió en la nación número 100 en ratificar la enmienda, dando un impulso a la acción climática global.

Preocupan los halógenos porque son peligrosos gases de efecto invernadero con un potencial de calentamiento global que puede ser muchas veces mayor al del dióxido de carbono. La Enmienda de Kigali apunta a una reducción masiva en el uso de HFC, compuestos orgánicos utilizados en acondicionadores de aire y otros dispositivos como refrigerantes alternativos a las sustancias que agotan la capa de ozono, y que también están reguladas por el Protocolo de Montreal.

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