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Basura electrónica, la gran amenaza de nuestro siglo

Basura electrónica, la gran amenaza de nuestro siglo

El planeta se ahoga en basura. Con una población creciente de más de 7 mil millones de personas, cada vez resulta más necesario un cambio de hábitos de consumo en una sociedad que produce más de 2 mil millones de toneladas de desechos al año, según los datos del Banco Mundial.

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Unos trabajadores chinos desmontan ordenadores en la basura electrónica de Guiyu en la provincia de Guangdong en China. Efe/Michael Reynolds

Tan solo en 2016, el mundo produjo 2 mil 100 millones de toneladas de basura. De ese total, el 44 por ciento correspondían a comida y desechos orgánicos y el otro 56 por ciento, a residuos inorgánicos como vidrio, metal, plástico, papel, cartón, entre otros.

Esto resulta especialmente preocupante, porque de no cambiar los hábitos de consumo, la producción de desechos podría aumentar un 70 por ciento para 2050, según el Banco Mundial.

Solo para el final de esta década, esta organización estima que el mundo pasará a producir 2 mil 590 millones de toneladas de basura por año.

No obstante, el problema principal tiene que ver más con el tipo de residuos que con la cantidad que se genera.

Solo durante 2019, se produjeron en el mundo 53.6 millones de toneladas de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE), según el informe “Global E-Waste Monitor” de las Naciones Unidas.

Para la Unión Europea, entran en la categoría de RAEE los electrodomésticos, equipos informáticos y de telecomunicaciones, aparatos de alumbrado, herramientas eléctricas y electrónicas, juguetes o equipos deportivos, productos sanitarios, paneles fotovoltaicos, instrumentos de vigilancia y máquinas expendedoras.

Ahora bien, la gran preocupación con este tipo de residuos, que han aumentado su producción mundial en un 20.72 por ciento desde 2014, es que están relacionados con un sinfín de contaminantes tóxicos como el cadmio, el plomo, los ftalatos, el antimonio o el mercurio, entre otros.

Por esa razón, para el tratamiento de los RAEE existe una estricta legislación en 78 países. De acuerdo con el informe de la ONU, en 2019 se logró que el 71 por ciento de la población mundial estuviese cubierta con políticas específicas para el manejo de estos residuos.

Sin embargo, la dificultad para desarrollar un sistema rentable para los gestores de residuos, el tráfico ilegal de RAEE a países en vías de desarrollo y la baja responsabilidad ambiental de los fabricantes, son algunos de los obstáculos que aún faltan por vencer.

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Trabajadores cargan un camión con carcasas de computadores de acero galvanizado y otros desperdicios electrónicos en Guiyu, en la provincia del sur de China de Guangdong. Efe/Michael Reynolds

Reciclar o restaurar: un debate de rentabilidad

Desechar un aparato eléctrico o electrónico (AEE), suele tener un proceso muy diferente al de otro tipo de residuos. Para que estos puedan ir a parar a un vertedero, primero deben pasar por una exhaustiva revisión que corrobore el final de su vida útil.

“Cualquier aparato que una persona deseche, debe pasar por un proceso de comprobación de que realmente no sirve. Por eso se deben dedicar unos esfuerzos en la preparación para la reutilización”, afirma Victoria Ferrer, directora del Gremi de Recuperació de Catalunya.

En ese orden de ideas, según Ferrer, hay varios pasos anteriores al reciclaje material de los RAEE. El problema está, en que acondicionar un aparato para su reutilización no es una tarea para nada económica.

Los principales materiales que se obtienen de los RAEE son el hierro, el acero inoxidable, el aluminio y el cobre

“Se trata de un trabajo muy manual, cada aparato se debe inspeccionar individualmente. Resulta que, por ejemplo, a una nevera le falta un cristal de dentro, pues tienes que tener ese cristal para poder cambiarlo”, asevera Ferrer.

Por lo tanto, antes de que un AEE termine en un vertedero, existen dos posibilidades: su reacondicionamiento y venta como de segunda mano o el reciclaje material de sus partes.

Según Victoria Ferrer, “los principales materiales que se obtienen de los RAEE son el hierro, el acero inoxidable, el aluminio y el cobre. Luego, de las placas electrónicas, se pueden obtener incluso metales preciosos como el paladio, la plata o el oro”.

No obstante, el reciclaje de RAAE no es del todo rentable. Los costos del tratamiento y de las instalaciones para realizarlo, no se compensan con la dificultad para acceder a grandes volúmenes de estos residuos.

Además, como es el caso de España, la falta de claridad en los costos del reciclaje y en la proporción de ingreso que corresponde a cada uno de los gestores que intervienen, permiten que el valor del material y la mano de obra fluctúen constantemente.

“Hay que tener en cuenta que hay un montón de empresas que se dedican a esto y varias de ellas han tenido que cerrar porque no les llega el flujo de residuos para el que habían diseñado su negocio”, afirma Julio Barea, responsable de la campaña de contaminación de Greenpeace España.

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Contaminación
Un hombre trabaja en un centro de recolección de chatarra en el distrito de Shijingshan en Pekín (China). Efe

Tráfico ilegal de residuos a países en vías de desarrollo

Otro punto clave en el análisis del ciclo de reciclaje de los RAEE, es que de las 53.6 millones de toneladas de basura electrónica producidas en 2019, tan solo el 17.4 por ciento fue recolectada y debidamente reciclada, según el informe de las Naciones Unidas.

En contraposición, 44.3 millones de toneladas no fueron documentadas y se estima que del 7 por ciento al 20 por ciento de esos residuos fueron exportados a países pobres como productos de segunda mano, de acuerdo con el mismo informe.

“Hay que ver que a países como Ghana, Nigeria, la India, China y algunos otros lugares, está llegando este tráfico irregular de productos electrónicos que aquí no se están recuperando”, asegura Barea.

En el año 2007, por ejemplo, Greenpeace reveló un caso de tráfico ilegal de residuos en el que ingentes cantidades de basura electrónica estaban llegando a Ghana desde Europa, Estados Unidos y Canadá.

"Esta situación no ha cambiado, siguen llegando un montón de contenedores de aparatos eléctricos y electrónicos como material de segunda mano o de ayuda humanitaria y, cuando abren los contenedores, realmente lo que hay es chatarra”, denuncia Barea.

De acuerdo con el informe de Greenpeace, la Comisión Europea estima que “entre el 25 por ciento y el 75 por ciento de la mercancía importada en África, está destrozada y no puede ser utilizada”.

La liberación descontrolada de gases de efecto invernadero, el impacto sobre la flora y la fauna local, la contaminación de los cuerpos de agua, la explotación infantil en el reciclaje y los peligros sobre la salud de los que se adentran en los vertederos, son algunos de los desastrosos efectos de esta práctica.

La responsabilidad del fabricante

Finalmente, otro asunto crucial en lo que respecta a los RAEE, tiene que ver con temas clave como la sostenibilidad, la obsolescencia programada y la reducción de materiales en los procesos de fabricación.

Se pueden recuperar casi todos los metales, se puede recuperar casi todo lo que tienen dentro y eso no se está haciendo

En primera instancia, la recuperación de materiales valiosos es muy bajo frente a la cantidad de desechos electrónicos que se generan. La tendencia de los fabricantes es cada vez es más extractivista y menos orientada a la recuperación por medio del reciclaje.

“Los materiales son difíciles de encontrar, pero todo viene a indicar que se recogen muy pocos y se reciclan aún menos. Se pueden recuperar casi todos los metales, se puede recuperar casi todo lo que tienen dentro y eso no se está haciendo”, asegura Barea.

Otro problema es la obsolescencia programada como estrategia comercial. Diseñar un producto para que se vuelva obsoleto a corto plazo, bien sea un “Smartphone” o un frigorífico, es en parte una de las principales causas del aumento de RAEE en el mundo.

“Además, el hecho de que en un solo producto se utilicen gran variedad de plásticos, metales, retardantes de llama y demás sustancias tóxicas, agravan el problema al cambiar las propiedades de los materiales y dificultar su proceso de reciclaje”, según afirma Ferrer.

Aún así, considera, el principal reto en materia de RAEE está en “lograr concientizar a las personas del costo ambiental y económico del proceso de reciclaje, porque solo así éstas empezarán a ser mucho más responsables de sus residuos”.

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